FINAL DE OBRA
En la serenidad de Los Monteros, Villa Ciervo emerge como un ejercicio de equilibrio entre arquitectura y paisaje.
MATERIALES
En términos técnicos, el jardín incorpora sistemas de paisajismo sostenible: riego por goteo sectorizado, drenaje natural y vegetación de bajo consumo hídrico.
DISEÑO CREATIVO
El planteamiento creativo de Villa Ciervo nace del deseo de recuperar el espíritu del jardín mediterráneo —ese espacio donde el tiempo se dilata y la naturaleza se convierte en refugio.
FINAL DE OBRA
El agua se convierte en hilo conductor. La fuente que acompaña al patio principal, reflejando la arquitectura y amplificando la luz que caracteriza a Marbella, enfatizando las sensaciones al entrar. Más adelante, la piscina, de líneas precisas y borde bajo, se integra visualmente en el horizonte, fundiéndose con el cielo y el mar. Este juego de reflejos convierte el paisaje en materia viva: el jardín respira con la luz, cambia con el día y guarda silencio al caer la tarde.
La vegetación es la verdadera protagonista. Olivos centenarios, palmitos y cipreses estructuran la composición, mientras que las masas de lavanda, santolina y jazmín cubren el suelo con textura y aroma. El resultado es un espacio elegante, fresco y ordenado, donde la naturaleza mediterránea recupera su esencia y se presenta en clave contemporánea. Villa Ciervo es, en definitiva, un ejemplo de diseño de jardines en Marbella que celebra la sutileza: la belleza sin artificio.
La elección de los materiales refuerza la identidad del proyecto: sobria, natural y duradera. Los pavimentos en piedra caliza de tonos marfil unifican los recorridos y reflejan la luz característica de la Costa del Sol. Su textura suave y su tono neutro crean una base continua sobre la que la vegetación resalta con equilibrio cromático.
Los muros perimetrales, revestidos de vegetación, se funden visualmente con el paisaje. En algunos tramos se incorporan celosías de madera natural y muros vegetales que aportan movimiento y frescura. Las jardineras lineales, integradas en la arquitectura, actúan como una prolongación del edificio y acogen plantaciones aromáticas que perfuman discretamente el ambiente.
El agua, material intangible y esencial, se expresa en dos momentos: la lámina que acompaña el acceso y la piscina principal como horizonte líquido. Estos elementos no solo aportan frescura, sino que definen el ritmo del jardín y la atmósfera que lo envuelve.
En la serenidad de Los Monteros, donde la brisa del mar se mezcla con el perfume de los pinos, Villa Ciervo emerge como un ejercicio de equilibrio entre arquitectura y paisaje. El proyecto, diseñado por La Menara, parte de una premisa clara: reinterpretar el jardín mediterráneo desde una mirada contemporánea, elegante y silenciosa. La vivienda, de líneas limpias y volúmenes blancos, encuentra en su entorno vegetal una continuidad natural que suaviza su geometría y le otorga alma.
Desde el primer paso, el jardín se despliega como un recorrido de sensaciones. El acceso principal, definido por pasos de piedra natural y acompañados de lavandas y romeros, prepara el ánimo del visitante para un espacio donde cada detalle respira calma. La transición hacia las zonas habitables se produce mediante plataformas que se escalonan suavemente, generando distintos niveles de contemplación y estancia.
DISEÑO CREATIVO
El planteamiento creativo de Villa Ciervo nace del deseo de recuperar el espíritu del jardín mediterráneo —ese espacio donde el tiempo se dilata y la naturaleza se convierte en refugio— y reinterpretarlo con la sensibilidad actual. El equipo de arquitectos paisajistas de La Menara concibió el diseño como una secuencia de experiencias: desde la entrada ordenada y luminosa hasta el jardín íntimo que se abre al horizonte, con especial protagonismo del patio central, concebido como núcleo del espacio exterior y lugar de encuentro y contemplación.
La composición se estructura en ejes visuales que guían la mirada hacia puntos de calma: un olivo centenario enmarcado, la superficie espejada del agua, un grupo de cipreses que dibuja el límite del jardín, y la fuente situada en el patio, que aporta frescor y un delicado ritmo sonoro al recorrido. Entre ellos, el terreno se modela con suaves pendientes que crean profundidad y dinamismo sin romper la sensación de continuidad. Otro objetivo alcanzado fue integrar la plataforma bajo la piscina como un jardín íntimo y armónico.
Las líneas geométricas de la arquitectura se prolongan hacia el exterior mediante pavimentos y jardineras que definen espacios funcionales: zonas de estar, terrazas y caminos. Sin embargo, la vegetación introduce la naturalidad necesaria para romper la rigidez y aportar vida. Las masas aromáticas y los arbustos de flor se distribuyen en bandas que acompañan el movimiento y el viento, evocando los paisajes clásicos del sur reinterpretados desde la contemporaneidad.
El color se trabaja desde la sutileza: verdes plateados, grises azulados, blancos y toques puntuales de floración. Esta paleta calma refuerza la elegancia del conjunto y permite que la luz mediterránea sea la verdadera protagonista. La vegetación está pensada para cambiar con las estaciones, manteniendo interés visual y textura durante todo el año sin perder coherencia.
El diseño persigue una emoción: la sensación de descanso. En Villa Ciervo, cada elemento —una piedra, una sombra, una línea de agua o la fuente del patio— está al servicio del bienestar. No hay exceso ni artificio; solo proporción, ritmo y serenidad. El jardín no busca destacar, sino acompañar, reflejar el carácter del lugar y potenciar su esencia.
Villa Ciervo representa así la visión más refinada del paisajismo en la Costa del Sol: un jardín mediterráneo elegante, atemporal y profundamente humano, donde la arquitectura respira a través de la naturaleza y la naturaleza encuentra orden en el diseño. Un espacio que, más que verse, se siente: luminoso, equilibrado y lleno de vida.









